«Imaginé» – Beneficios que consigue el café tierra madre mujer
Imaginé
Imaginé que debía pasar ampliamente los setenta. Caminaba curvada, apoyándose en una vara. Imaginé que asistir a estas reuniones de mujeres campesinas era algo muy novedoso en su larga vida. Porque en el sur de Uganda, ni era frecuente que las mujeres cultivaran café ni tampoco que se reunieran formalmente en un grupo hecho por ellas y para ellas. Imaginé que iba contenta.
Se cruzó con otra mujer, imaginé que de una edad similar. Ambas se alegraron mucho. Se abrazaron como lo hacen las mujeres africanas, estrechando sus brazos y sonriéndose. Apenas duró un instante. Y entraron juntas a la sala. Charlando bajito.
Se conocían desde Niñas
Imaginé que se conocían desde niñas. Imaginé que estaban preguntándose sobre hijos, nietos y seguramente bisnietos. Algunas buenas noticias –siempre los nacimientos– y algunas no tanto. Estoy seguro que ahora, desde la atalaya de experiencia, entienden mejor la vida.

Ambas tenían sintonía, aunque las cosas les hubieran ido de muy diferente manera. Y ambas estaban ahora ahí. En una reunión en la que se guardaban las formas como si de un consejo de administración se tratara. Imaginé que rezaron. Que se dieron todas las gracias. Que se leyeron actas y acuerdos. Que se formalizó todo el orden del día. E imaginé que después se abrió un turno de temas varios. Imaginé que alguna mujer más joven habló de las dificultades que estaban encontrando últimamente en torno al wirtz, una plaga que está reduciendo la producción sin mucho más remedio que arrancar los cafetos.
Los malos tratos
Imaginé que tras varios temas más, una mujer expuso que sabía que otra había sufrido malos tratos en su casa. Es un secreto a voces que esto ocurre. Pero es un secreto. Imaginé que todas prestaron especial atención al tema. También las dos viejas amigas. Imaginé que el grupo de mujeres era un espacio seguro. Y, sobre todo, imaginé que muchas de ellas, en secreto, estaban viéndose en parte retratadas.
Imaginé que una amiga animó a la otra a dirigirse al grupo. A decirles que no lo acepten. Que no se conformen. E imaginé que lo hizo, con voz baja pero firme. Y que la escucharon. Imaginé que estaban sembrando la semilla de la dignidad. Y que de ella brotaría el árbol de la justicia. Como de los granos de café brotan los cafetales.
La escena real
